viernes, enero 22, 2010

La "bestia que llevamos dentro"

En esta reseña de P.C.Moya sobre el libro "¿Quién teme a la naturaleza humana?" de los hermanos Castro Nogueira se citan estos "versos del Arcipreste de Hita que contrastan la naturaleza animal y la del hombre":

Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.
Digo que más el hombre, pues otras criaturas
tan sólo en una época se juntan, por natura:
el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
siempre que quiere y puede hacer esa locura.


El Arcipreste se refiere al sexo continuo como "locura" típicamente humana, contrastándolo con el sexo anual de los animales (que le resulta más "cuerdo"). Seguramente él no conocía casos de animales como los monos rijosos y con conductas sexuales promiscuas. El chimpancé bonobo es entre todos los monos el más próximo al hombre y el que muestra hábitos sexuales más continuos. ¿Es el sexo fundamentalmente distinto en el hombre y el animal, tal como creía el Arcipreste, o es muy parecido a nuestros otros parientes primates?

En general, esta "locura" afecta mucho más al hombre que a la mujer, que no suele necesitar del sexo en el mismo alto grado que el hombre. Es evidente que la obsesión por el sexo es un problema para muchos hombres, que les ha conducido a altas tasas de violencia doméstica por la posesión de la pareja sexual. Ni siquiera un excelente nivel educativo y económico protege a las sociedades humanas de esta locura, como muestran los mayores índices de violencia machista de Europa en las desarrolladas sociedades de Suecia y Finlandia.

La historia muestra la enorme importancia de las normas y reglas impuestas al sexo en todas las sociedades humanas. En el reino animal se observan también asombrosas y complejas normas de conducta relacionadas con el cortejo, el apareamiento y la reproducción. En muchos casos hay violencia, y en otros muchos casos el sexo apacigua los conflictos. Pero en todos los casos las relaciones sexuales implican un desequilibrio más o menos fuerte que crea una importante tensión en la relación entre los individuos. Y no sólo entre los individuos de distinto sexo (lazos reproductivos, de dependencia, de altruismo, de rechazo...), sino entre los de un mismo sexo (relaciones de rivalidad, de cooperación, de homosexualidad...).

Algunos biólogos relacionan el origen del sexo con el de la muerte. El sexo requiere un enorme gasto energético sin que se le vea una ventaja clara para la evolución de la vida, pues las especies asexuales (con individuos inmortales) podrían haber producido mutantes sometidos a selección natural igual que las sexuales. Pero ante la abrumadora abundancia de especies sexuales dioicas, frente a las escasas asexuales y a las hermafroditas, se piensa que alguna ventaja ha de tener. Y si los humanos son una de las especies con mayor actividad y conflictos sexuales, hemos de pensar que la evolución del sexo es un ejemplo más entre los grandes desequilibrios que la vida muestra y que constituyen la fuente de tensión creadora de innovación.