Una interesante propuesta de participación en un debate sobre "Interculturalidad", promovido por la profesora Carmen Miguel, de la Escuela de Trabajo Social de la UCM, ha permitido que los paleontólogos abordemos nuestra visión de la sociología desde nuestro enfoque naturalista. En el fondo se trata del mismo dilema típico y tópico: 1 - ¿somos los humanos una sociedad similar a las sociedades animales regidas por los mismos principios? o 2 - ¿somos entidades distintas a las demás entidades naturales, y nos mueven principios distintos?
El interesante tema, animadamente abordado por los paleontólogos presentes sin ánimo de ser resuelto, mostró claramente las dos posturas encontradas: 1 - de acuerdo con algunos autores (p.ej. darwinistas o marxistas), la historia humana igual que la de las especies animales se explicaría en términos de competición por los recursos económicos (la sociobiología o el darwinismo social, la lucha de clases, etc.). 2 - por el contrario, según otros autores, las culturas humanas se rigen por las ideologías o los ideales, principios ajenos a la naturaleza que mueven a las personas incluso en contra de sus intereses materiales.
Recientemente un profesor de economía me expuso su visión de la historia en términos de culturas y sociedades cooperativas versus culturas y sociedades competitivas. Independientemente del enfoque moral que impregna todo lo humano, y que el naturalista trata de evitar, resulta curioso que la teoría de la evolución darwinista retiene únicamente la competición como el principio motor del cambio evolutivo. En la "economía de la naturaleza" (como decía Darwin), muy pocos expertos consideran que la cooperación sea un principio o impulso evolutivo. En la "lucha por la vida", en la que el éxito se mediría en longevidad y en reproducción ("eficacia biológica"), habría "halcones" (predadores agresivos) y "palomas" (presas pacíficas y pasivas). No se considera que existan otro tipo de entidades innovadoras con capacidad para modificar el entorno, ni agresivas ni pasivas sino cooperativas, activas y creativas.
En oposición al conquistador y al conservador, este impulso innovador no se impone por la fuerza. En las sociedades humanas se dice que los benefactores y creadores suelen ser personas de grandeza y generosidad que mueren pobres y olvidados. Así cuentan que fueron las vidas del argentino Perito Moreno y del francés Barón de Coubertin, entre otros muchos. En su día, estas personas y sus proyectos quedaron en un plano discreto, y sus contemporáneos no apreciaron la medida del enorme potencial que encerraban. Sin embargo, su impulso cooperador, participativo e innovador resulta a la larga tanto o más importante en la evolución que los impulsos de expansión o de mantenimiento.
El personaje de "Ut y las estrellas", bellísimo relato de Pilar Molina Llorente, representa a este tercer tipo de entidades de la mayor importancia evolutiva. Y no sólo individuos y organizaciones, sino también grupos sociales tan efímeros como los voluntarios que fueron a Galicia a quitar el chapapote del "Prestige", como ayer nos contaba una de las protagonistas, son un ejemplo de este impulso cooperativo, activo y participativo.
Se ha estudiado en Biología la existencia de instintos altruistas en las especies animales, que puedan explicar el comportamiento humano altruista que lleva en ocasiones al sacrificio personal en contra de los propios intereses individuales. Este fenómeno existe en aves y mamíferos, muchas veces en defensa de las crías o del grupo social. Pero creo que el comportamiento cooperativo es distinto. No es necesariamente sinónimo de "sacrificio" altruista (el individuo "muere por la causa"), pues en ocasiones el comportamiento cooperativo puede ser visto como "egoísta", por resultar personalista u obsesivo y perjudicar tanto a los conservadores como a los progresistas.
¿Existe en la evolución natural un impulso cooperador? ¿O es propio únicamente de los humanos?
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Hace 2 meses