viernes, noviembre 21, 2008

El abrazo del oso

Viendo este video al que me ha conducido el blog Zooillogix, uno se ve impulsado a reflexionar sobre la naturaleza, la consciencia y la inteligencia de los animales.
Los osos polares son fieras muy peligrosas, y verles cómo juegan con perros y los abrazan amorosamente "te rompe los esquemas". El comportamiento que en los llamados organismos "inferiores" vemos como autómata, esencialmente determinado y predecible, en los mamíferos (organismos "superiores") lo vemos como inteligencia, flexibilidad y capacidad de aprendizaje, que llega a imponerse sobre los instintos heredados.



Se ha escrito tanto sobre el tema "natura versus cultura" que difícilmente podría añadirse nada nuevo. Así que únicamente comentaré dos aspectos de este inacabable y fascinante debate:

- ¿puede lo aprendido fijarse en el comportamiento y hacerse instintivo (el llamado "efecto Baldwin")? - La epigenética y otras ramas de la Biología tratan de ver si hay algo cierto en poder "heredar los caracteres adquiridos", la hipótesis que Lamarck, Darwin y muchos de sus contemporáneos admitían, y que después ha sido sonoramente refutada. Los animales domésticos se amansan (y quizá los animales salvajes, en proximidad con los humanos, también). Pero tras milenios de domesticación, los instintos de las especies no parecen modificarse, como lo muestran los perros cimarrones o ferales (asilvestrados). Por tanto, si existe el "efecto Baldwin", no debe funcionar modificando el genoma, sino a nivel de algún mecanismo que modula su expresión.

- ¿puede haber un efecto de "contagio" o de influencia de unos organismos sobre otros, de modo que, como suele decirse, "los perros se parecen a sus amos"? Al inicio de la película original de Disney "101 dálmatas", la forma de los diversos perros y la de sus amos se ajustan magistralmente, ilustrando este efecto.

Después de todo, la coevolución que se infiere entre especies muy distantes, que se ajustan estrechamente unas a otras en su función (como las plantas con flores y los correspondientes insectos polinizadores), indica que esas especies muy distantes han de haberse influenciado mutuamente, y no sólo en su comportamiento sino hasta en su morfología.
Pues si existe, esa influencia ocurre a nivel individual y aparentemente no es heredable (como lo sería en procesos genéticos como la transferencia horizontal de genes, por ejemplo). Quizá los procesos epigenéticos lo puedan explicar algún día; mientras tanto hay algunos autores "malditos" (como Rupert Sheldrake) que buscan explicaciones emergentes, no reducibles a la bioquímica.
Claro está, en esta frontera del conocimiento, como en muchas otras conviene trabajar desde el método científico y experimental, y no caer en especulaciones "pseudocientíficas".

sábado, noviembre 08, 2008

Primitivos y evolucionados

A raíz de un ciclo de conferencias sobre "Paleontología y evolución humana" celebradas en el Institut d'Estudis Ilerdençs surgió una interesante conversación sobre la visión que en nuestra cultura se suele tener sobre la superioridad y la inferioridad evolutiva. Tanto la biblia como el darwinismo proponen la existencia de una "serie" evolutiva que asciende de los organismos "inferiores" a los "superiores" (de los menos perfectos a los más perfectos, decía Darwin) y que nos sitúa generalmente a nosotros en la cúspide de la escalera.

Sin participar en los extremos del darwinismo social, o de la antigua visión racista que nos ordenaba a los humanos en "razas superiores" y "razas inferiores", algunos de mis interesantes interlocutores afirmaban que los humanos somos superiores a los animales, lo cual no nos hacía por ello mejores pero sí responsables de su destino y en general del de la naturaleza a la que hemos sometido.

En mi argumentación, ningún organismo es superior a ningún otro en términos generales. Los organismos son entidades complejas diferenciadas, que poseen características particulares propias integrados en ecosistemas complejos que no muestran organización jerárquica ni superioridad competitiva. Sólo si utilizamos una escala relativa concreta, que mida determinadas prestaciones (como la velocidad de carrera, por ejemplo), se podrá decir que el organismo más veloz supera (en velocidad) al menos veloz. ¿Qué sentido biológico puede tener el plantear una competición de superioridad entre, por ejemplo, las hormigas y los humanos? No hay bases biológicas para definir el concepto de Darwin sobre la "perfección" relativa de los organismos, y en sentido evolutivo todos son igualmente viables. Por analogía con los sistemas inorgánicos ¿tiene sentido plantear p.ej. la superioridad de unos sistemas cristalinos sobre otros? Parece obvio que sólo será posible hacerlo en una escala de propiedades concretas, como p.ej. la escala de dureza de los minerales, o la de pureza de las gemas en joyería.

Pero el lenguaje sigue impregnado de connotaciones valorativas; por más que uno en Biología evite cualquier connotación moral en el uso de los términos "primitivo" y "evolucionado", es difícil evitar su sentido valorativo habitual, de modo que ser "primitivo" tiene innegablemente un carácter peyorativo de inferioridad; inversamente, ser "evolucionado" es marchamo de calidad superior.

Los evolucionistas, para evitar introducir toda idea de progresión y mejora en la evolución orgánica, han reemplazado el prestigioso término de "evolucionado" por el de "derivado". Un taxón derivado, un rasgo derivado ya sólo indicaría su carácter de secundariamente "modificado", y no tendría ninguna connotación de más ni menos perfecto o superior. Pero ¿qué hacer con el término "primitivo", que aún no ha sido sustituído?

domingo, septiembre 21, 2008

Ecología humana: sociosistemas

La diversidad de etnias y culturas humanas y su diversidad biológica (la diversidad genética y la diversidad morfológica racial) se superponen de forma incongruente. No hay una clara correlación entre etnias, razas y genes, de modo que conocer la raza a la que pertenece un individuo no permite evaluar cuál será su lengua, su cultura ni su dotación genética. Un antropólogo puede deducir la raza a la que pertenece un individuo a partir de un pelo o del hueso de la mandíbula, pero un genetista no puede saber a qué raza pertenece un individuo aunque disponga de su genotipo completo; y ninguno de los rasgos biológicos de una persona nos sirve para deducir su cultura, sus creencias o su sistema de matrimonio y parentesco familiar.

El tema de las razas humanas ha sido una enorme fuente de conflictos sociales, llegándose a terribles políticas de exterminio incluso avaladas por teorías científicas. La perspectiva actual puede hacer que esas teorías desmerezcan por estar obsoletas, pero no es menos cierto que en su momento fueron consideradas tan ciertas como las teorías que hoy día suponemos bien corroboradas. Se puede ver un ejemplo de este racismo que quiso ser bien intencionado, en la magnífica película de Phillip Noyce (2001) "Generación robada" (Rabbit-proof fence) sobre la política de asimilación llevada a cabo hasta los años 1970 por el gobierno australiano contra los aborígenes (a los que había que "proteger de sí mismos").

El tema del genoma está siendo una inagotable fuente de sorpresas. Desde el descubrimiento de la enorme variabilidad genómica de las especies naturales (en contra de lo que predecía el paradigma adpatativo); pasando por la constatación de que el genoma de dos cepas de bacterias, o dos especies de ranas difieren entre sí mucho más de lo que difieren los genomas de humanos y chimpancés o gorilas; hasta la sorprendente regulación genómica que ha resultado ser muy similar en todos los animales, moscas y humanos compartiendo los mismos genes formadores de ojos y extremidades. Los genetistas han buscado en los genotipos humanos alguna señal de su pertenencia racial, sin éxito hasta el momento; sólo han encontrado diferencias en la mayor variabilidad que presentan las poblaciones humanas sud-saharianas respecto a las demás, pero no genes o alelos particulares. En contraste, los escasos fragmentos de genes obtenidos de fósiles de Neandertales muestran diferencias suficientes para caracterizarlos como especie humana distinta a la nuestra.

El tema cultural es el más diferenciador de las poblaciones humanas. Los rasgos étnicos y sociales de una población (que incluyen su lenguaje y dialecto, sistema de creencias, organización política, sistema de parentesco, etc.) han permitido distinguir más de 3800 culturas recientes (Price, 1990: Atlas of World Cultures, Sage Publ., London), aunque con los mismos típicos problemas de separación difusa entre ellas que encontramos en la distinción de especies biológicas o de lenguajes. Las culturas humanas tienen un alto componente territorial y geográfico, tanto si se trata de etnias nómadas como sedentarias. De hecho, la diversidad cultural humana se correlaciona positivamente con la latitud, la temperatura y la pluviosidad (Collard & Foley, 2002), y por tanto podría esperarse que los rasgos culturales estén correlacionados con las razas humanas, que también tienen un componente geográfico. Pero no es así; los rasgos culturales se encuentran tan dispersos entre las razas (distribución en mosaico) que podemos encontrar rasgos culturales semejantes en razas distantes; y viceversa, a menudo dentro de una misma raza, poblaciones muy próximas, incluso vecinas, tienen rasgos culturales dispares. Y rasgos culturales de gran complejidad y desarrollo, a menudo se encuentran en etnias de cultura supuestamente primitiva.

Otras especies biológicas también muestran diferencias geográficas en su forma, su genoma y sus rasgos culturales o aprendidos (como p.ej., diferencias de matices en el canto de aves, o de costumbres alimenticias de monos). Pero las diferencias intraespecíficas de las especies biológicas son muy pequeñas comparadas con las diferencias culturales humanas, que son tan enormes que han hecho pensar incluso a algunos autores que la evolución cultural habría anulado a la evolución biológica de nuestra especie. Según esta idea, a partir de un cierto momento nuestra evolución ya no seguiría pautas naturales (tales como la adaptación y selección natural darwinistas), sino pautas culturales (y por tanto, "artificiales"), de desarrollo tecnológico y social.

Sean o no sean naturales, las sociedades humanas han creado sus propios ecosistemas, que Margalef consideraba dotados de "metabolismo exosomático" (el consumo energético y los desechos de las sociedades) y que ahora se estudia con preocupación por si estuviera causando un cambio climático y ambiental global. Y eso nos llevaría a tratar a estos diferentes sociosistemas culturales como a nuevas entidades evolutivas, con sus pautas de desarrollo, de sucesión ecológica y procesos de crisis propios.

martes, septiembre 02, 2008

En que se parecen los animales a los humanos

Un internauta desde Baja California ha encontrado este blog a través de Google, haciendo la pregunta que utilizo como título de esta entrada.

Aparte de mi interés en Baja California (por motivos puramente naturalistas) y en México en general (por muchos otros tipos de motivos), la pregunta de este internauta me resulta especialmente interesante por lo que representa: un énfasis en las semejanzas más que en las diferencias. En contraste, hace ya tiempo que la tendencia se había invertido, de modo que ahora las semejanzas entre humanos y animales se consideran tantas y tan abrumadoras que la pregunta no tendría sentido: los humanos seríamos animales; por tanto, no nos diferenciaríamos de cualquiera de ellos más que lo que un animal se diferenciaría de otro.

El internauta californiano por el contrario busca saber cuales son esas semejanzas que nos acercan a los animales. Pero si ya sabemos que la composición, metabolismo y estructura de nuestro cuerpo es tan similar a los de otros mamíferos (que consideramos animales) ¿cómo es que alguien necesita aclarar cuales son nuestras semejanzas con ellos? Pues creo que con su pregunta, este internauta representa la visión del mundo de otras muchas personas, que ven a los animales como algo muy distinto a ellos mismos, con los que no comparten una identidad biológica.

En contraste, los científicos naturalistas en general parten de la posición contraria: considerarnos a los humanos como unos animales más, algo especiales pero no más que otros animales especiales: ¿acaso las bacterias, las hormigas o las aves no han cambiado también al planeta desde su aparición? Los sociólogos y los terapeutas que estudian el comportamiento humano no pueden negar las semejanzas con el de los animales: en ellos también se encuentran casos de altruísmo, de infanticidio, de homosexualidad, de aprendizaje cultural, y de tantas otras actividades que algunos creen únicamente humanas.

Los animales más similares a los humanos nos permiten una mayor comunicación con ellos: algunas personas llegan a crear vínculos cognitivos y emocionales muy grandes con sus mascotas, incluso mayores que con otras personas. Pero justamente, establecer una comunicación consciente y buscada requiere que los comunicantes sean diferentes. Si los humanos buscamos comunicarnos es porque nos sentimos distintos y distantes de aquellos a los que queremos llegar. Cuando nos sentimos semejantes, próximos y unidos a algo o a alguien, no necesitamos buscar la comunicacación porque ya estamos en ella.

El punto de vista o enfoque inicial de esta cuestión nos condiciona: los que parten de las diferencias ("los humanos somos diferentes de los animales") las ven por todas partes, mientras que los que parten de las semejanzas ("los humanos somos animales") minimizan las diferencias. Puede ser interesante en este contexto el libro de Craig Mackay "Supergenes", un intento de reunir ambas visiones del mundo. Su idea de "supergenes" no tiene que ver con el ADN ni con la bioquímica, sino con la noosfera: "supergenes" son las ideas o visiones del mundo que se propagan entre los humanos y que cada uno busca extender y propagar a su alrededor a través del convencimiento, la persuasión, la propaganda o la violencia.

jueves, junio 19, 2008

Gracias a la Vida


"Gracias a la vida" (canción compuesta e interpretada por Violeta Parra) es un magnífico ejemplo de creación de arte consciente: contenido original (creación), música (arte) e introspección sobre los sentimientos, pensamientos y la voluntad personales (consciencia).
Estos tres campos de la actividad humana (creación, arte y consciencia) no se encuentran en el mundo natural. Vernadsky ha llamado Noosfera al campo donde se sitúa este tipo de actividades, y Biosfera al campo donde se encuentran las actividades biológicas. Los naturalistas suelen llamar "mundo inanimado" al campo donde hay actividad física y química pero no biótica (las capas profundas de la tierra, o las capas altas de la atmósfera, o el espacio astronómico), y se dedican afanosamente a buscar en él señales de actividad biótica (p.ej., la astrobiología) y de actividad noótica (expresiones de inteligencia, p. ej. el proyecto SETI).
Los seres vivos no-humanos no producen creaciones originales (ellos mismos lo son), no producen arte (son magníficos objetos y ejecutores de arte) y no expresan (sino que reaccionan a) sus percepciones. Estas manifestaciones propiamente humanas son las que buscan los paleoantropólogos y los arqueólogos en los yacimientos paleontológicos, para detectar la aparición de la humanidad. Para empezar, hay algunos rasgos anatómicos que preceden a los rasgos noóticos: postura erguida, rostro recto y corto, gran volumen cerebral, locomoción bípeda... Pero se puede tener todo esto y no ser aún humano (por ejemplo, los australopitecos y los parantropos). Los rasgos anatómicos y las señales de actividad mental propiamente humanos (creación, arte, consciencia) aparecen muy recientemente en el registro fósil, de forma irregular, con una pauta llamada evolución en mosaico, y a veces de forma sorprendentemente brusca.

sábado, mayo 24, 2008

Interculturalidad

Una interesante propuesta de participación en un debate sobre "Interculturalidad", promovido por la profesora Carmen Miguel, de la Escuela de Trabajo Social de la UCM, ha permitido que los paleontólogos abordemos nuestra visión de la sociología desde nuestro enfoque naturalista. En el fondo se trata del mismo dilema típico y tópico: 1 - ¿somos los humanos una sociedad similar a las sociedades animales regidas por los mismos principios? o 2 - ¿somos entidades distintas a las demás entidades naturales, y nos mueven principios distintos?

El interesante tema, animadamente abordado por los paleontólogos presentes sin ánimo de ser resuelto, mostró claramente las dos posturas encontradas: 1 - de acuerdo con algunos autores (p.ej. darwinistas o marxistas), la historia humana igual que la de las especies animales se explicaría en términos de competición por los recursos económicos (la sociobiología o el darwinismo social, la lucha de clases, etc.). 2 - por el contrario, según otros autores, las culturas humanas se rigen por las ideologías o los ideales, principios ajenos a la naturaleza que mueven a las personas incluso en contra de sus intereses materiales.

Recientemente un profesor de economía me expuso su visión de la historia en términos de culturas y sociedades cooperativas versus culturas y sociedades competitivas. Independientemente del enfoque moral que impregna todo lo humano, y que el naturalista trata de evitar, resulta curioso que la teoría de la evolución darwinista retiene únicamente la competición como el principio motor del cambio evolutivo. En la "economía de la naturaleza" (como decía Darwin), muy pocos expertos consideran que la cooperación sea un principio o impulso evolutivo. En la "lucha por la vida", en la que el éxito se mediría en longevidad y en reproducción ("eficacia biológica"), habría "halcones" (predadores agresivos) y "palomas" (presas pacíficas y pasivas). No se considera que existan otro tipo de entidades innovadoras con capacidad para modificar el entorno, ni agresivas ni pasivas sino cooperativas, activas y creativas.

En oposición al conquistador y al conservador, este impulso innovador no se impone por la fuerza. En las sociedades humanas se dice que los benefactores y creadores suelen ser personas de grandeza y generosidad que mueren pobres y olvidados. Así cuentan que fueron las vidas del argentino Perito Moreno y del francés Barón de Coubertin, entre otros muchos. En su día, estas personas y sus proyectos quedaron en un plano discreto, y sus contemporáneos no apreciaron la medida del enorme potencial que encerraban. Sin embargo, su impulso cooperador, participativo e innovador resulta a la larga tanto o más importante en la evolución que los impulsos de expansión o de mantenimiento.

El personaje de "Ut y las estrellas", bellísimo relato de Pilar Molina Llorente, representa a este tercer tipo de entidades de la mayor importancia evolutiva. Y no sólo individuos y organizaciones, sino también grupos sociales tan efímeros como los voluntarios que fueron a Galicia a quitar el chapapote del "Prestige", como ayer nos contaba una de las protagonistas, son un ejemplo de este impulso cooperativo, activo y participativo.

Se ha estudiado en Biología la existencia de instintos altruistas en las especies animales, que puedan explicar el comportamiento humano altruista que lleva en ocasiones al sacrificio personal en contra de los propios intereses individuales. Este fenómeno existe en aves y mamíferos, muchas veces en defensa de las crías o del grupo social. Pero creo que el comportamiento cooperativo es distinto. No es necesariamente sinónimo de "sacrificio" altruista (el individuo "muere por la causa"), pues en ocasiones el comportamiento cooperativo puede ser visto como "egoísta", por resultar personalista u obsesivo y perjudicar tanto a los conservadores como a los progresistas.

¿Existe en la evolución natural un impulso cooperador? ¿O es propio únicamente de los humanos?

domingo, abril 27, 2008

LOS LENGUAJES DEL MUNDO: ANALOGÍAS CON LA NATURALEZA

Escribí este ensayo en 1995, estudiando en Godmer House, Oxford.

El lenguage humano es un sistema viviente: nace, se desarrolla, alcanza la madurez, se hace viejo y en algún momento desaparece. El conjunto de los lenguajes hablados en el mundo es como un gran ecosistema viviente, y su estudio muestra algunos puntos en común con la naturaleza y la biología.
.
1ª analogía: ¿cuantas lenguas y especies existen?

En el mundo se hablan más de 3000 lenguas. Es difícil trazar una línea exacta entre lengua y dialecto. Muchos lingüistas, que son los que estudian el lenguaje, identifican más de 5000 lenguas. De hecho no conocemos el número real de lenguajes.

Esta situación es bastante similar a la que nos encontramos al estudiar el mundo natural. No hay una clara división entre especies y subespecies, y realmente nadie sabe cuántas especies de seres vivos existen.

2ª analogía: el árbol de parentesco que relaciona a las lenguas y a las especies.

Muchas lenguas modernas comparten semejanzas básicas en su vocabulario, fonética o estructura gramatical. Las lenguas pueden ser así organizadas en un gráfico en forma de árbol: las que son semejantes se agrupan en ramas (p.ej., los idiomas Inglés, Alemán y Escandinavo forman una rama llamada lenguas Germánicas). Después, varias ramas pueden combinarse formando familias de lenguajes. Se reconocen más de 70 familias, aunque hay controversias sobre cómo agrupar cada idioma en particular. Una familia puede contener varios cientos de idiomas. La mayor familia de lenguas del mundo es la familia Indo-Europea, que incluye la mayoría de las lenguas que se hablan en Europa, América y muchas de Asia (desde el Inglés y el Gaélico, al Latín, Griego, Persa y muchas de las más de 150 lenguas habladas en India). Las lenguas de una misma familia pueden ser muy diferentes, como el Finlandés y el Húngaro. En muchos casos, un único idioma constituye una familia, como el Japonés o el Vasco.
.
También esta situación es similar a la que se encuentra en el mundo natural. Las especies están jerárquicamente organizadas, como las ramas de un árbol, en grupos llamados "géneros", familias, etc. (Fig. 1).

Las escrituras o alfabetos usados en el lenguaje escrito son instrumentos recientes, y sus relaciones entre los distintos idiomas son diferentes a las de las lenguas habladas. Por ejemplo, como podemos ver en la Fig. 2, las escrituras usadas en Hindi y en Urdu son muy diferentes, pero ambos son idiomas muy estrechamente emparentados (algunos lingüistas los consideran como un único idioma). Al contrario, el Chino y el Japonés, o el Inglés y el Húngaro, usan escrituras semejantes pero de hecho estos idiomas no están emparentados.
.
3ª analogía: el orígen de las lenguas y las especies es borroso.
.
La Lingüística ha hecho un gran esfuerzo por reconstruir el idioma original, el que se supone que hablaba el grupo primitivo del que derivan los seres humanos actuales. Este supuesto primer lenguaje de la humanidad fué llamado "protolenguaje". Pero la búqueda no ha tenido éxito. Las diferentes familias de lenguas no muestran ninguna convergencia hacia un grupo original y común de signos, sonidos o construcciones de los que pudieran haber surgido. Después de largos estudios comparativos nos enfrentamos a una completa ausencia de datos sobre los orígenes del lenguaje. Sólo hemos podido trazar las pautas de la evolución reciente de algunos lenguajes.

Esto es exactamente lo que ocurre con la evolución de los seres vivos. Sus orígenes siguen siendo un enigma. Cada grupo en particular aparece independientemente en el registro histórico, y no hemos encontrado trazas de un único grupo original de organismos del que pudieran haber surgido todas las especies.

4ª analogía: hay muy pocas dominantes y muchísimas (lenguas y especies) escasas.

El número de personas que hablan cada idioma es muy diverso (ver Fig. 3). Un único idioma, el Chino, es hablado por cerca de una cuarta parte de la población del mundo. Otra cuarta parte aproximadamente hablan sólo cuatro lenguas: Inglés, Español, Ruso e Hindi. Otra cuarta parte de la población habla una docena más de lenguas. Está claro que la gran mayoría de los idiomas del mundo son hablados sólo por un pequeño número de personas: unos pocos miles en algunos casos, incluso sólo en un pueblo, o por sólo tres o cuatro personas. Esta es una distribución extremadamente asimétrica. En la Fig.4 se representan los 90 lenguajes más extendidos del mundo y el número de personas que los hablan. La "cola" de la distribución se extiende de tal forma que cuanto menor es el número de personas hablantes del idioma, mayor es el número de idiomas diferentes que existen. Si representáramos 3000 idiomas, el gráfico se alargaría 30 veces y parece una distribución asintótica, en la que nunca alcanzamos el valor de "0".

Esta distribución es análoga a la de los seres vivos. El mundo natural contiene unas pocas especies dominantes y cientos de miles de especies menores y raras. La asimetría es la regla en el mundo biológico. Inversamente, la simetría es la regla en el mundo de la física teórica.

.5ª analogía: la extinción alcanza por igual, tanto a las lenguas y especies dominantes como a las minoritarias.
.
Los sistemas asimétricos son muy inestables. Su tendencia es hacia la simetría, hacia el equilibrio. Por eso suponemos que el futuro de las minorías es predecible. Fatalmente, a medida que el número de hablantes de un idioma disminuye, las nuevas generaciones deben abandonar su lengua materna y adoptar en su lugar un idioma más extendido que les será de mayor utilidad. Las lenguas dominantes desplazan a las lenguas minoritarias por medio del poder político y cultural, ahora incluso más rápidamente que antes debido a la aparición de los medios de comunicación de masas, que propagan las lenguas dominantes en áreas donde antes no hubieran llegado. Podemos suponer que las lenguas minoritarias están condenadas a la extinción, de la misma forma que las especies más raras son más débiles que las comunes en caso de crisis ambiental y riesgos de extinción.

Sin embargo, la historia muestra una imagen diferente. Las lenguas antiguamente dominantes como el Griego clásico, el Latín o el Copto, ahora prácticamente han desaparecido, reemplazadas por otras anteriormente minoritarias, evolucionadas tras su contacto con la antigua cultura principal. Lenguas principales como el Maya en Norte y Centro América fueron casi completamente reemplazadas por la lengua sucesora, el Nahuatl, al extenderse el imperio azteca; y después ambas se convirtieron en lenguas menores reemplazadas por el Español. Y así ha ocurrido con muchas lenguas. No sabemos cuantas lenguas han desaparecido completamente, pero sabemos que tras los cambios mayores quedan supervivientes. Si el destino probable de la desaparición de las lenguas menores fuera el acontecimiento más frecuente, la distribución tendería a ser simétrica, y el número de lenguas disminuiría (la "cola" se acortaría). Pero no es esto lo que ocurre en el mundo en general. La renovación continua se acompaña de un incremento de diversidad, opuesto al supuesto reemplazamiento gradual de las minorías por la mayoría.

Esto es análogo a lo que ocurre en el mundo de la Naturaleza. La extinción se supone que afecta más a las especies raras, pero de hecho especies muy extendidas se han extinguido, incluso cerca del momento máximo de su desarrollo, y muchas especies menores y raras han permanecido a través de millones de años de cambios naturales. No hay una supervivencia de algunas especies "mejor adaptadas", sino al contrario, se sostiene e incrementa una alta diversidad (la llamada paradoja de Haldane). Incluso se ha afirmado formalmente que no hay relación directa entre el número de individuos de una especie y su probabilidad de extinción (la tasa de extinción es prácticamente constante para cada particular familia de especies, según la llamada ley de Van Valen).

La situación en el futuro no parece indicar que habrá un único lenguaje en el mundo. Tampoco parece posible tener un mundo natural con una única especie. El esfuerzo por introducir un idioma artificial con este fin, el Esperanto, no ha tenido éxito. Las personas adoptan algún idioma particular como segunda lengua junto a su lengua materna, impulsados por su necesidad de comunicación. Pero el idioma más extendido en el mundo cambia con el tiempo.

Tenemos ahora un respeto nuevo hacia las minorías. En el pasado el hombre suponía que al imponer un idioma a los nativos de una colonia hacía lo correcto, o al matar todo tipo de animales. Ahora sentimos que la pérdida de un idioma, como la extinción de una especie rara, tiene un impacto global negativo, que pone a todo el mundo natural y a los seres humanos en peligro de empobrecimiento y de riesgo para su supervivencia.

En conclusión, tanto las lenguas humanas como las especies de organismos comparten analogías en su estructura y organización: límites difusos entre ellas, jerarquía de parentesco, orígenes borrosos, distribución muy asimétrica de sus individuos representantes, y probabilidad constante de extinción. Es posible por tanto considerar a ambas entidades como sistemas vivientes análogos, cognitivos y evolutivos.
.
En Lingüística, como en Biología, hemos de procurar desterrar un viejo prejuicio que nos hace ver a los sistemas evolutivos como ordenados en escalas que van de lo "simple" a lo "complejo", de lo "inferior" a lo "superior". Nada de ello, ni en las lenguas ni en las especies, tiene que ver con la realidad sino con la visión sesgada de nuestra "civilización" y nuestra cultura. Las más primitivas y arcaicas entidades son de enorme complejidad y capacidad, sin que nada las haga inferiores a las entidades más derivadas y modernas.
.
Bibliografía

CRYSTAL, D. (1987). The Cambridge encyclopedia of language. Cambridge Univ.Press.
FOX, A. (1995). Linguistic reconstruction. Oxford linguistic, 372 pgs.
KATZNER, K. (1995). The languages of the world. Routledge, N.Y., 378 pgs.
RAUP, D. (1993). Extinction. Bad genes or bad luck?. Norton, N.Y., 210 pgs.
RUMLEN, M. (1987). A guide to the world's languages.
STEVENSON, V. (Ed., 1983). Words: the evolution of western languages. Methuen, London.
Languages of the world: http://www.nvtc.gov/lotw/index.html

viernes, abril 25, 2008

El origen y evolución del lenguaje

Uno de los temas que más han interesado a los estudiosos de la evolución humana es el origen y evolución del lenguaje. Si algo nos diferencia claramente de los demás organismos es la capacidad de adquirir un lenguaje articulado y simbólico, que tiene un significado propio (semántico, no sensorio). Y además de aprender en un breve intervalo temporal un conjunto de reglas gramaticales y sintácticas no explícitas, somos capaces de adquirir un nuevo lenguaje en cualquier momento (e incluso de inventarlo). La capacidad de hablar trasciende cualquier capacidad biológica ordinaria, y es la clave de todas las capacidades humanas superiores (artísticas, científicas, filosóficas, etc.)

Dice un autor uruguayo muy interesante, Juan Grompone, que "La evolución del hombre es una rara forma de la evolución darwiniana de las especies, diferente a todo lo anterior conocido". Se refiere el autor sobre todo a nuestra capacidad tecnológica, la inventiva para crear herramientas que nos ha permitido "dominar el planeta". Otra visión más "Gaiana" del proceso de "dominio" del planeta (expansión y colonización de una especie cosmopolita) podría asemejar la expansión humana a otras expansiones igualmente "únicas": la expansión de las cianobacterias en el Precámbrico que cambiaron la química de la atmósfera; la de los hongos y plantas terrestres en la Era Primaria, que siguen siendo los organismos de mayor tamaño; o la de los insectos sociales, verdaderos superorganismos. Todos ellos han constituído gigantescas innovaciones de escala planetaria, como a justo título puede considerarse la humanidad.

En tal caso ¿qué es, si es que es algo, lo que nos hace únicos a los humanos?

Una de mis respuestas favoritas es: el lenguaje. Sin lenguaje no hay pensamiento, y sin pensamiento no hay tecnología. Toda nuestra originalidad se basa en ese fenómeno biológicamente inexplicable que es el lenguaje humano. La estructura del lenguaje humano que se expresa en las distintas lenguas o idiomas tiene una base común, como demostró ese genio llamado Noam Chomsky. Pero además los paleontólogos detectamos una estructura común en la evolución de las lenguas. Algo que las hace semejantes a cómo evolucionan los organismos. Los linguistas y los naturalistas podemos utilizar los mismos procedimientos para establecer filogenias y parentescos entre nuestros objetos de estudio (por ejemplo, la cladística). Por tanto, algo tienen en común las lenguas y los seres vivos: ambos surgen, se desarrollan, se reproducen y se extinguen.

Seguiremos adelante con este paralelismo, que nada tiene que ver con el modelo llamado darwinista de evolución "del-más-simple-al-más-complejo" (que quizá puede aplicarse a la historia de los ecosistemas, pero que apenas funciona para los organismos). Hay muchos modos de ver la evolución (o la historia: ¿términos sinónimos?).

martes, febrero 26, 2008

Conocer el pasado, prever el futuro ¿Acaso importa?

Esta cultura de la globalización no contribuye a una mayor coherencia de las ideas, pero sí a una mayor riqueza en la diversidad. Gracias a tantos modos de comunicarnos podemos comprobar la coexistencia de una gran variedad de teorías, visiones y opiniones compatibles o contradictorias. Todas parecen convivir (de hecho, conviven) sin generar graves problemas, pero al rozarse pueden producir fuertes choques. Los debates políticos, como el de Rajoy y Zapatero, son sólo un ejemplo de la dureza cortés con la que pueden surgir estos enfrentamientos entre visiones distintas de lo que hay y lo que se avecina. Si esto es así de conflictivo cuando se habla de datos y previsiones de 4 años antes o después ¿qué nos podemos esperar cuando se confrontan ideas sobre el cambio climático del futuro o sobre lo que pasó hace miles de años ?

Pues si a los humanos nos distingue la capacidad de prever y proyectar el futuro, no podemos sentirnos muy seguros de cómo la estamos desarrollando. Cada cual puede hacer previsiones, pero sólo puede apostar por el futuro incierto que nos aguarda. Como Popper señaló, el universo está abierto. Por más que conozcamos el pasado y nos proyectemos hacia el futuro, sólo podemos sugerir posibilidades y calcular probabilidades. Después, cuando nuestras predicciones funcionan, es fácil decir que "ya lo habíamos dicho". Porque en el fondo, por más seguros que creamos estar, nosotros seremos los primeros sorprendidos.


Por lo que vemos de su comportamiento, nada indica que exista en el repertorio de instintos del reino animal algo parecido a nuestra capacidad de prever y proyectar. Al menos a nivel neurológico, el sistema nervioso animal más desarrollado puede ser muy complejo, pero es fundamentalmente un sistema de respuesta a estímulos. Ningún conejo se motiva para cambiar sus acciones ni es capaz de salir de su rutina.

Sin embargo, los conejos tienen un repertorio de respuesta del sistema inmunológico mucho más rico y variado que el de los humanos. La riqueza, complejidad y variedad de su dotación inmunitaria es tan asombrosa, como W. van der Loo ha demostrado, que puede abarcar un espectro mucho mayor que el de cualquier otro organismo.
Algo muy importante significa el sistema inmunitario: como demostraron Maturana y Varela, es un sistema cognitivo (al mismo nivel que el sistema nervioso) y es el depositario bioquímico de la identidad. Somos distintos gracias a él, y es quien nos diferencia de los demás organismos más parecidos a nosotros, incluso de nuestros hermanos.

Por lo visto, el sistema inmunitario de algunos animales es mucho más abarcante, complejo, variado y flexible y tiene capacidades cognitivas muy superiores a las de los humanos; no sólo superiores en grados, sino cualitativamente superiores.

En estos tiempos en los que vemos aparecer en los humanos enfermedades autoinmunes, no está de más reflexionar sobre lo que el sistema inmunitario puede representar como correlato bioquímico de los conflictos que coexisten en nuestro ajetreado y (sub)consciente sistema cognitivo neuronal.