jueves, noviembre 12, 2009

El gen del lenguaje

Hace unos años que por fin se pudo relacionar la capacidad del lenguaje humano, única en la biosfera, con un gen o secuencia de ADN, el llamado FoxP2. Este es de momento el único gen conocido cuya mutación afecta a la capacidad sintáctica y comprensiva del lenguaje, y también se relaciona con el control de la musculatura facial y laríngea.

Mi admirado Javier Sampedro nos informa de los últimos descubrimientos sobre la estructura y funcionamiento de este gen. ¿Podríamos predecir que sólo se encuentra en humanos? Pues nos equivocamos: se encuentra en múltiples especies que no hablan, aunque sí emiten sonidos. ¿Podríamos suponer que en el hombre es un gen muy diferente, quizá más complejo? Pues también nos equivocamos: es tan semejante al del ratón o al del chimpancé que difiere menos de ellos (no llega al 0,3 % de diferencia) que lo que cualquier otro gen difiere entre dos individuos de una misma especie.

Aún así, esta gran semejanza nos oculta una capacidad de regulación distinta. El autor del trabajo, Daniel Geschwind, ha rastreado la actividad del FoxP2 en humanos y chimpancés y ha comprobado que controlan a algunos genes iguales (65 en ambas especies) y a otros diferentes (61 genes se activan más en humanos, y 55 genes se activan más en chimpancés). Aún no se sabe qué significado tienen esas diferencias de regulación génica, ni qué relación tienen los genes regulados con la capacidad de hablar. Un caso de no-linealidad.

De todas las diferencias grandes o pequeñas que nos separan al hombre de los animales, la capacidad del habla es de las más notables, como bien sabemos. Pero esta facultad no está dada por la genética solamente, pues un humano criado en aislamiento no puede adquirirla, a pesar de tener los genes adecuados. Una vez sobrepasado un tiempo determinado sin comunicación con otro humano hablante, la capacidad de hablar se pierde definitivamente.

Esta innovadora capacidad del habla es por tanto un rasgo que requiere de su existencia previa para ser adquirido, como el famoso enigma del huevo y la gallina. ¿Cómo pudo aprender a hablar el primer humano que habló sin haber oido hablar antes a otro? Un caso de circularidad.

Y si partimos de la "invención" de un lenguaje primitivo (un protolenguaje hipotético) ¿cómo es que existen tantos lenguajes primitivos distintos, que no derivan unos de otros ni se comprenden unos a otros? Este problema evolutivo es parecido al formidable problema evolutivo de la explosión cámbrica: cuando intentamos reconstruir en el tiempo la forma primitiva de la que proceden los distintos tipos de organismos animales, nos encontramos con que no convergen hacia un protoanimal, sino que desde su origen se mantienen bien diferenciados numerosos tipos (moluscos, equinodermos, vertebrados, artópodos...), e incluso encontramos fósiles de tipos extinguidos aún más distintos e irreductibles. Lo mismo les ocurre a los lingüistas: consiguen apenas que unos pocos lenguajes modernos converjan en un lenguaje antecesor, pero descubren numerosos lenguajes antiguos extintos que no se parecen a ninguno conocido. Esta forma "al revés" del árbol evolutivo es el tema del libro de S.J.Gould "La vida maravillosa". El árbol que dibujó Darwin es sólo una parte de la historia, la copa visible: el tronco del árbol hunde sus raíces en un oscuro suelo, con una potente ramificación invertida tan grande como la copa. Si lo pensamos bien, es la misma imagen de la historia de un único individuo: cada uno de nosotros es el fruto de un enorme árbol al revés (las raíces de todos sus antepasados) y el origen de un árbol al derecho (las ramas de todos sus descendientes).

Pues la Biología nos informa a muchos niveles de estos procesos no lineales (un pequeñísimo factor produce múltiples y enormes efectos), circulares (-autocatálisis- un circuito cerrado conecta una causa con un efecto que promueve su propia causa) y multicausales (un efecto es producido por la confluencia de múltiples causas aparentemente inconexas) .

Es curioso que nos extrañen tanto estos procesos: si estamos vivos, tendrían que sernos familiares y deberíamos conocerlos y sentirlos. Parecemos realmente seres de origen extraterrestre ¿o no?
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