martes, marzo 16, 2010

Materia, cuerpo, energía, consciencia...

.
Las siempre interesantes reseñas bibliográficas de Richard Lewontin, que desde hace muchos años publica regularmente el New York Times, contienen interesantes incursiones de un biólogo evolutivo en el campo de las ciencias sociales. La distancia entre los biólogos y los sociólogos, en términos de lenguaje e intereses comunes puede parecer menos insalvable que la de éstos con los físicos, por ejemplo, aunque hay también interesantes pensadores como Murray Gell-Mann capaces de dar el salto entre las ciencias más "duras" y las más "blandas", por utilizar unos calificativos al uso.

Este difícil salto entre los estudiosos de distintos objetos, aunque igualmente usuarios del "método científico" (vaga expresión que suele querer indicar algún tipo de medición y de análisis numérico de los datos), está muy bien ejemplificado en el artículo "Sexo, mentiras y Ciencias Sociales" y sus réplicas (en inglés), donde el biólogo evolutivo vapulea a los cinco sociólogos autores de un libro titulado "La organización social de la sexualidad" (1995). Realmente, la acusación de inconsistencia arrojada sobre el libro se basa sobre todo en la presunta falta de fiabilidad de los datos, no en los métodos de análisis. Lewontin duda de que las encuestas anónimas sobre las costumbres sexuales de los encuestados tengan la más minima credibilidad. En su opinión, la subjetividad en la visión de cada individuo sobre su propia vida y comportamiento es tan grande, y el autoengaño tan frecuente, que nadie puede basar un estudio científico en datos etológicos proporcionados por el mismo sujeto del estudio.

Al final de su artículo, Lewontin afirma "the world is material and all its phenomena, including human consciousness, are products of material forces" (el mundo es material y todos sus fenómenos, incluyendo la consciencia humana, son productos de fuerzas materiales). Bueno, el mundo no es sólo materia: es al menos también espacio-tiempo, energía y velocidad, y la materia sería una forma de energía parcialmente inmovilizada. Suponemos por tanto que Lewontin se refería a su creencia únicamente en las fuerzas físicas conocidas (gravitación, electromagnetismo, atracción fuerte y débil), con exclusión de otras supuestas fuerzas no físicas (p. ej. psíquicas o mentales...).

Resulta curioso que tales fuerzas "materiales" produzcan a menudo engaños cuando la "fuerza" de la consciencia se dirige hacia el sujeto de la consciencia, mientras que resultan mucho más fiables cuando se dirigen a un objeto ajeno: una diferencia importante. Un físico tendría que concluir que no se trata por tanto de la misma "fuerza".

lunes, febrero 01, 2010

Pensamiento animal

¿Pensar es una facultad única de la humanidad (del género Homo)? ¿O existe también un pensamiento animal?

La imagen que nos proporciona este gran artista que es Sergio Pérez nos sugiere que pensar es una propiedad que compartimos (al menos) con nuestros más avanzados primos primates.

Y hay muchas personas que afirman tener capacidad de conectar con el pensamiento de algunos animales y poder traducir en palabras lo que perciben (según dicen, perciben sólo imágenes, como en los sueños). Algunos testimonios que me han llegado me han parecido muy fiables, como el del entrenador de un caballo de carreras en California, quien a través de una mujer dotada de esa asombrosa capacidad descubrió que el dueño del caballo le engañó. La mujer le tradujo el testimonio del caballo ¿Cómo iba a pensar el dueño del caballo que éste iba a "hablar"? Ante el descubrimiento de su mentira y la pregunta directa del entrenador, el dueño del caballo tuvo que confesar...

Habrá muchos otros casos que sean simples supercherías, pero hay muchas evidencias de la captación de pensamientos entre humanos y animales (ver ejemplos en este libro de Rupert Sheldrake). Muchos dueños de perros (y en menor medida de gatos, monos y aves) pueden afirmar que realmente se comunican mentalmente con sus mascotas. En gran medida esta comunicación se parece a la que las madres o algunos hermanos mayores tienen con sus pequeños bebés antes de que éstos puedan hablar o señalar lo que les pasa.

Pero lo que solemos llamar pensar es estrictamente "relacionar conceptos". No solemos llamar pensar, p. ej. a la llamada de alerta de un suricata para que sus compañeros huyan, o a la petición de comida de un pollo hacia la figura paterna (tanto si es de sus verdaderos padres como si es de un humano que le ha adoptado). Aunque tanto soñar como pensar pueden basarse en imágenes, no se confunde pensar con soñar, por más que haya una tenue frontera entre ambos. Los sueños no suelen formar pensamientos y nos cuesta mucho entender lo que soñamos (si acaso lo conseguimos alguna vez).

Un pensamiento articulado en conceptos es una de las más elevadas producciones de la inteligencia humana, y puede aparecer espontáneamente en cualquier humano desde edades asombrosamente tempranas y en personas poco o nada educadas. Que Blaise Pascal descubriera las Matemáticas por sí sólo a temprana edad, o que un niño de dos años pueda afirmarle a su madre que "yo vine de una estrella", o que una niña de seis años le pregunte seriamente a su padre "¿porqué existimos? yo podría no haber existido", eso es pensamiento en estado puro, más allá de cualquier producción evolutiva predecible.
.

viernes, enero 22, 2010

La "bestia que llevamos dentro"

En esta reseña de P.C.Moya sobre el libro "¿Quién teme a la naturaleza humana?" de los hermanos Castro Nogueira se citan estos "versos del Arcipreste de Hita que contrastan la naturaleza animal y la del hombre":

Que dice verdad el sabio claramente se prueba;
hombres, aves y bestias, todo animal de cueva
desea, por natura, siempre compaña nueva
y mucho más el hombre que otro ser que se mueva.
Digo que más el hombre, pues otras criaturas
tan sólo en una época se juntan, por natura:
el hombre, en todo tiempo, sin seso y sin mesura,
siempre que quiere y puede hacer esa locura.


El Arcipreste se refiere al sexo continuo como "locura" típicamente humana, contrastándolo con el sexo anual de los animales (que le resulta más "cuerdo"). Seguramente él no conocía casos de animales como los monos rijosos y con conductas sexuales promiscuas. El chimpancé bonobo es entre todos los monos el más próximo al hombre y el que muestra hábitos sexuales más continuos. ¿Es el sexo fundamentalmente distinto en el hombre y el animal, tal como creía el Arcipreste, o es muy parecido a nuestros otros parientes primates?

En general, esta "locura" afecta mucho más al hombre que a la mujer, que no suele necesitar del sexo en el mismo alto grado que el hombre. Es evidente que la obsesión por el sexo es un problema para muchos hombres, que les ha conducido a altas tasas de violencia doméstica por la posesión de la pareja sexual. Ni siquiera un excelente nivel educativo y económico protege a las sociedades humanas de esta locura, como muestran los mayores índices de violencia machista de Europa en las desarrolladas sociedades de Suecia y Finlandia.

La historia muestra la enorme importancia de las normas y reglas impuestas al sexo en todas las sociedades humanas. En el reino animal se observan también asombrosas y complejas normas de conducta relacionadas con el cortejo, el apareamiento y la reproducción. En muchos casos hay violencia, y en otros muchos casos el sexo apacigua los conflictos. Pero en todos los casos las relaciones sexuales implican un desequilibrio más o menos fuerte que crea una importante tensión en la relación entre los individuos. Y no sólo entre los individuos de distinto sexo (lazos reproductivos, de dependencia, de altruismo, de rechazo...), sino entre los de un mismo sexo (relaciones de rivalidad, de cooperación, de homosexualidad...).

Algunos biólogos relacionan el origen del sexo con el de la muerte. El sexo requiere un enorme gasto energético sin que se le vea una ventaja clara para la evolución de la vida, pues las especies asexuales (con individuos inmortales) podrían haber producido mutantes sometidos a selección natural igual que las sexuales. Pero ante la abrumadora abundancia de especies sexuales dioicas, frente a las escasas asexuales y a las hermafroditas, se piensa que alguna ventaja ha de tener. Y si los humanos son una de las especies con mayor actividad y conflictos sexuales, hemos de pensar que la evolución del sexo es un ejemplo más entre los grandes desequilibrios que la vida muestra y que constituyen la fuente de tensión creadora de innovación.