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Las siempre interesantes reseñas bibliográficas de Richard Lewontin, que desde hace muchos años publica regularmente el New York Times, contienen interesantes incursiones de un biólogo evolutivo en el campo de las ciencias sociales. La distancia entre los biólogos y los sociólogos, en términos de lenguaje e intereses comunes puede parecer menos insalvable que la de éstos con los físicos, por ejemplo, aunque hay también interesantes pensadores como Murray Gell-Mann capaces de dar el salto entre las ciencias más "duras" y las más "blandas", por utilizar unos calificativos al uso.
Este difícil salto entre los estudiosos de distintos objetos, aunque igualmente usuarios del "método científico" (vaga expresión que suele querer indicar algún tipo de medición y de análisis numérico de los datos), está muy bien ejemplificado en el artículo "Sexo, mentiras y Ciencias Sociales" y sus réplicas (en inglés), donde el biólogo evolutivo vapulea a los cinco sociólogos autores de un libro titulado "La organización social de la sexualidad" (1995). Realmente, la acusación de inconsistencia arrojada sobre el libro se basa sobre todo en la presunta falta de fiabilidad de los datos, no en los métodos de análisis. Lewontin duda de que las encuestas anónimas sobre las costumbres sexuales de los encuestados tengan la más minima credibilidad. En su opinión, la subjetividad en la visión de cada individuo sobre su propia vida y comportamiento es tan grande, y el autoengaño tan frecuente, que nadie puede basar un estudio científico en datos etológicos proporcionados por el mismo sujeto del estudio.
Al final de su artículo, Lewontin afirma "the world is material and all its phenomena, including human consciousness, are products of material forces" (el mundo es material y todos sus fenómenos, incluyendo la consciencia humana, son productos de fuerzas materiales). Bueno, el mundo no es sólo materia: es al menos también espacio-tiempo, energía y velocidad, y la materia sería una forma de energía parcialmente inmovilizada. Suponemos por tanto que Lewontin se refería a su creencia únicamente en las fuerzas físicas conocidas (gravitación, electromagnetismo, atracción fuerte y débil), con exclusión de otras supuestas fuerzas no físicas (p. ej. psíquicas o mentales...).
Resulta curioso que tales fuerzas "materiales" produzcan a menudo engaños cuando la "fuerza" de la consciencia se dirige hacia el sujeto de la consciencia, mientras que resultan mucho más fiables cuando se dirigen a un objeto ajeno: una diferencia importante. Un físico tendría que concluir que no se trata por tanto de la misma "fuerza".
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Hace 2 meses
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