viernes, marzo 13, 2009

Las lenguas, como las especies, aparecen y se extinguen

Anteriormente hemos visto las relaciones analógicas entre especies biológicas y lenguajes humanos. La aparición y la extinción de ambas es posiblemente una analogía evolutiva como tantas otras que merece la pena explorar.

La UNESCO acaba de publicar el Atlas de los Lenguajes Amenazados, avisando que la mitad de los aproximadamente 6700 lenguajes hablados puede desaparecer en este siglo; y también relaciona este proceso con el de la pérdida de biodiversidad, que muestra importantes coincidencias espaciales y temporales.

En el Atlas interactivo podemos conocer el estado de los lenguajes amenazados de extinción, y comprobar p.ej. que 233 lenguajes se han extinguido recientemente. Según la UNESCO, sólo en Estados Unidos en los cinco siglos transcurridos desde la llegada de Colón al continente americano, han desaparecido 115 de los 280 idiomas hablados por aquel entonces. Y cuando eso ocurre, estos lenguajes se pierden irreversiblemente... casi siempre: en algunas ocasiones, lenguajes que estaban perdidos han revivido cuando había documentación escrita sobre ellos, como el hebreo.

En las especies biológicas, la extinción es también irreversible... casi siempre. En algunos casos peculiares, el registro fósil nos muestra reapariciones insospechadas de especies que se creía extinguidas mucho tiempo atrás. Se les llama "especies Lázaro", en referencia a la resurrección de este personaje bíblico. Un caso bien conocido es el del pez celacanto, supuestamente extinguido durante más de 60 millones de años y redescubierto vivo en las Comores y ahora en Indonesia.

Si este fuera un caso frecuente, no se podría nunca concluir sobre la extinción de ninguna especie o idioma, pero no es así; en su gran mayoría, la documentación fósil y la linguística confirman que la extinción es un fenómeno bien real y definitivo, tal como demostró Cuvier. ¿Podríamos también documentar el proceso de aparición de una nueva lengua o una nueva especie? Podríamos, pero resulta mucho más difícil.

Como Darwin había ya notado y Eldredge y Gould han argumentado, el proceso de aparición de las especies es mucho más rápido que el de extinción. Se supone que las nuevas especies han de aparecer lentamente en una población marginal, un hipotético "centro de origen", pero nunca se consigue documentar en el registro fósil (ni siquiera para las especies mejor estudiadas y más conocidas). Algunos autores proponen renunciar incluso a su búsqueda, como algo inútil. Sin embargo, los datos paleontológicos sí que permiten documentar un "centro de extinción" en muchos casos, de especies que se extinguen de forma gradual, lenta y predeciblemente. Por lo tanto no es que el registro fósil sea imperfecto. No se trata de falta de datos: esta asimetría indica que no es probable que las nuevas especies se hayan formado lentamente en un pequeño lugar. Por el contrario, las nuevas especies aparecen bruscamente con muchos individuos en un área ya extensa, comportándose como estructuras disipativas muy lejos del equilibrio (como predice la termodinámica de procesos irreversibles; ver aquí dos noticias).
He llamado a este fenómeno "asimetría temporal" en la historia de las especies (para saber más: PDF en español y PDF en inglés). Y es probable que también se cumpla con los lenguajes humanos.
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